lunes, 20 de mayo de 2013

¡Vamos a la “Baja”!



Es común que los papás se enfrasquen en fuertes discusiones sobre cuál deberá ser el nombre de su primogénito. En este duelo a veces gana el papá, otras la mamá y en ocasiones termina en empate: “Tiburcio Macario, como mi apá”, dice el esposo, “No, Jostin Lionardo me gusta más”, argumenta la madre. Y al final acuerdan el nombre de Gustavo Adolfo (como el poeta español) y terminan llamándolo con el hipocorístico Tavo. Las palabras hipocorístico o hipocorística las define así el diccionario de la Real Academia Española: “Dicho de un nombre que en forma diminutiva, abreviada o infantil se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística; p. ej., Pepe, Charo”. Hay personas que les molesta que les llamen de manera “cariñosa, familiar o eufemística” (Mayel, Chuy, Toño, Pepe, Pancho, Paco, Lupe) y exigen, con todo derecho, que se dirijan a ellos por su nombre de pila.

Los conquistadores impusieron el nombre de California a esta península. Por cuestiones administrativas, años después se dividió el territorio y la parte que pertenece hoy a Estados Unidos se denominó Alta California y la porción en México se llamó Baja California. Al final se eliminó el adjetivo “Alta” y quedó simplemente en California. Desde hace años a la península se le conoce con el hipocorístico de “Baja”, principalmente en la Unión Americana.

El término “baja” se deriva del verbo “bajar” y contradictoriamente los religiosos franciscanos que fundaron lo que hoy es San Diego y Los Ángeles subieron por la península para llegar a esas tierras. Y es que “baja” se percibe como algo negativo porque semánticamente indica disminución, cese, pérdida y parte inferior de algo. Y en efecto, somos la parte inferior y última de California.

Por ahí hay voces de quieren cambiar oficialmente el nombre de la media península por “Sudcalifornia”, una idea que no debería descartarse.

El 31 de diciembre de 1982 se publicó un decreto de ley en el Boletín oficial del gobierno de BCS, cuando don Alberto Alvarado Arámburo era mandatario, en cual establece que: “Es improcedente y no se dará curso alguno a cualquier escrito y promoción que se dirija a las autoridades residentes en el Estado, cuando únicamente en el texto fundamental del mismo o de su cuerpo y contenido se utilice el calificativo “BAJA” refiriéndose al Estado de Baja California Sur”, además especifica que: “Los giros comerciales, industriales, turísticos, sociales, los que realicen actividades culturales y en general los de cualquiera otra índole que ya están  operando en el Estado de Baja California Sur y los que en lo sucesivo se establezcan, deberán suprimir de su correspondencia publicitaria, periodística, radiofónica y televisiva, el calificativo “BAJA” como identificación del Estado de Baja California Sur”. El mismo decreto señala que habrá una multa de 25,000 pesos a quienes continúen utilizando el adjetivo para referirse a Baja California Sur, además puede llegar a ser cancelada la autorización del funcionamiento del negocio en caso de no corregir la falta. Compete a la Secretaría General de Gobierno vigilar y hacer cumplir con este mandato.

Sin embargo, en la práctica este decreto es letra muerta. Existen en la entidad una importante cantidad de negocios con el término “Baja” como denominación comercial. También he sido testigo de que autoridades de los tres niveles de gobierno se han referido a nuestro estado como “la Baja”, quizá para quedar bien con inversionistas extranjeros para quienes les es más familiar esa denominación que el largo nombre de BCS.

En lo particular veo tres opciones para solucionar esta situación: primera, hacer cumplir el decreto tal cual; segunda, modificarlo de acuerdo con la práctica cotidiana; tercera, anularlo.
La voz popular dice que en México las leyes son para no cumplirlas y en efecto, la misma autoridad estatal es la primera en no acatarla, para muestra las direcciones Web de la Secretaría de Turismo estatal: http://visitbajasur.travel/ y http://descubrebajasur.com/. Irónico, no les parece.

Twitter: @gerardocejag

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