lunes, 3 de diciembre de 2012

El punto y sus alcances


El punto (.) es un signo gramatical cuya función es delimitar a los enunciados; en el lenguaje hablado equivale a una la pausa. Su origen se remonta al siglo III a. n. e. y se usaba para delimitar segmentos prosódicos y de ritmo. Antiguamente los textos eran leídos en voz alta, ya que la falta de imprenta aunada a que la mayoría de la población era analfabeta, impedía su difusión masiva. En este contexto, era necesario hacer pausas en la lectura para que el mensaje no perdiera su sentido, por ello los escribas utilizaban símbolos para marcarlas. Fue hasta el siglo XVIII cuando la Real Academia Española reconoce la necesidad de crear reglas para los signos de puntuación.

Las actuales reglas para el uso del punto son conocidas por casi todos. Sin embargo, este signo suele causar confusión cuando va acompañada por otros. Uno de los errores más comunes es colocarlo después de un signo de interrogación o admiración (?./!.) porque ambos ya incluyen un punto. Tampoco es necesario ponerlo después de los tres puntos (….) ya que por regla este último puede indicar el final de una oración. El punto y la coma no se llevan bien una después de la otra (,.) porque causa confusión, muy diferente es el punto y coma (;) que ese sí es otro signo gramatical. Error también es usarlo delante de dos puntos (:.). Las siglas o acrónimos no llevan puntos (EUA, Pemex, SHCP), pero sí las abreviaturas (págs., atte., a. J. C., EE. UU., q. e. p. d.).

En un texto literario, el punto puede tener un papel más que delimitador. El escritor logra crear imágenes con su uso; incluso algunos autores lo han omitido en su totalidad creando una vorágine al leerlo porque no sabemos exactamente dónde detenernos. Hay un cuento de Federic Brow llamado “Cero en geometría” en donde el uso de los puntos recrea el tic-tac de un reloj. Le dejo el texto para que lo disfrute.

“Henry miró el reloj. Dos de la madrugada. Cerró el libro con desesperación. Seguramente que mañana sería reprobado. Entre más quería hundirse en geometría, menos la entendía. Dos fracasos ya, y sin duda iba a perder un año. Sólo un milagro podría salvarlo. Se levantó, ¿un milagro?, ¿por qué no? Siempre se había interesado en la magia. Tenía libros. Había encontrado instrucciones sencillísimas para llamar a los demonios y someterlos a su voluntad. Nunca había hecho la prueba. Era el momento ahora o nunca.

Sacó del estante el mejor libro sobre magia negra. Era fácil. Algunas fórmulas. Ponerse un abrigo en un pentágono. El demonio llega. No puede nada contra uno, y se obtiene lo que se quiera. Probemos.

Movió los muebles hacia la pared. Después dibujó sobre el piso, con un gis, el pentágono protector. Pronunció las palabras cabalísticas. El demonio era horrible de verdad, pero Henry hizo acopio de valor y se dispuso a dictar su voluntad.
—Siempre he tenido cero en geometría —empezó.
—A quién le dices... —contestó el demonio con burla.
     Y saltó las líneas del hexágono para devorar a Henry, que el muy idiota había dibujado en lugar de un pentágono”.

Twitter: @gerardocejag
http://cuestiondeestilobcs.blogspot.mx/

No hay comentarios:

Publicar un comentario