La "Ramona", en el pueblo minero de El Triunfo, en La Paz, Baja California Sur. (Cortesía de Brenda Covarrubias) |
En nuestro idioma,
existe una gran variedad de dichos, refranes y frases que con el paso del
tiempo se vuelven obsoletas u oscuras, y aunque a veces las usamos, en muchas
ocasiones desconocemos el sentido de dichas palabras. El tiempo y los avances
tecnológicos son las principales causas que marcan la “fecha de caducidad”.
Recuerdo la frase:
“Fumar como chacuaco”, que hace alusión a la persona que fuma en exceso. El
chacuaco, de acuerdo con el “Diccionario breve de mexicanismos”, de la Academia Mexicana
de la Lengua , es
una ventanilla en el techo de la cocina para que escape el humo, proviene del
tarasco “chakuákua”. También se
refiere a un horno para fundir metales y a la chimenea de ése. En La Paz podemos adaptar el dicho a
nuestro entorno y decir: “Fumas como la Ramona ”, refiriéndonos a la famosa chimenea ubicada
en antiguo pueblo minera de El Triunfo, cuya construcción se le atribuye a Gustav
Eiffel.
Un dicho muy
socorrido en mis tiempos, y que fue retomado por un restaurante de comida
rápida para su publicidad, era “Me cayó el veinte”. Se expresaba cuando,
después de un tiempo, por fin entendíamos la explicación de algo o el desenlace
de alguna circunstancia. La referencia eran los antiguos teléfonos públicos, a
los que se les insertaba una moneda de veinte centavos (con la imagen de
Francisco I. Madero), y que caía a la alcancía cuando nos contestaban del otro
lado.
Para hablar de
muertos, los tradicionales eran: “Chupar faros” y “se petateó”. Los Faros eran
(¿o son?) una marca de cigarros muy baratos y de pésima calidad, que su consumo
era sinónimo de muerte. El petate era “la caja de muerto” de los pobres, de ahí
origen.
Si no sabíamos dónde
estaba alguien, la respuesta a una pregunta o el domicilio de fulano, el clásico
era: “Sepa la bola”, un equivalente a “no tengo ni idea”. Se le denominaba la
“bola” a los huarachudos que lucharon en la revolución de 1910. Mucha gente
estaba ahí sin saber exactamente por qué peleaban, y cuando algún periodista
preguntaba la razón de su lucha, ellos respondían con esa frase.
La tecnología ha
dejado fuera de circulación a frases como: “Parece disco rayado”; “Se me borró
el casete” o “Está bien tocadiscos”.
“Cuéntame una de
vaqueros”, dejó de tener vigencia desde que los hombre a caballo fueron
sustituidos por expertos en artes marciales o superhéroes enfundados en mallas
y usando ropa interior por fuera.
No podemos dejar de
mencionar al “coco”, al “ropavejero” y al “robachicos”, tradicionales
personajes de nuestra infancia, muy usados por los padres para asustarnos y
obligarnos a dormir o hacer alguna tarea. Una tonada clásica fue: “Duérmete
niño, duérmete ya, si no viene el coco y te comerá”.
Las nuevas
generaciones van creando sus frases, de acuerdo a su tiempo, y como ahora algún
día también pasarán al baúl de los recuerdos.
Twitter:
@gerardocejag
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