lunes, 25 de noviembre de 2013

Tienda de palabras

Me decían que estaba loco al querer invertir todos mis ahorros en una tienda de palabras. ¿A quién puede interesarle comprar algo como eso? Desoí a todos los que auguraban mi desastre financiero y emprendí la aventura.

El primer problema fue con el Servicio de Administración Tributaria (el SAT para abreviar) porque no tenían idea en qué tipo de rubro acomodarme.
—¿Venta de palabras?, ¿venta de palabras?… Fíjese que no hay una actividad como esta registrada. Quizá podemos darlo de alta como venta de libros —me decía el funcionario federal.
—No es lo mismo —le explicaba pacientemente—, yo venderé la materia prima para los libros.

Después de mucho deliberar con otros de sus colegas, consultar a la administradora, hojear varios prontuarios y misceláneas fiscales optaron por registrarme como el dueño de una tienda de palabras, aunque esa actividad no existía.

Conseguí rentar un pequeño local a buen precio, estaba algo deteriorado pero bien servía para mis propósitos. Sin protocolo de inauguración abrí las puertas de mi negocio. Mi primera visitante entró motivada más por la curiosidad que por la necesidad.
—¡Qué bonita tienda, señor!, pero ¿qué me dijo que vende?
—Palabras y todo lo que con ellas se pueda hacer —le contesté.
Al fin de cuentas, la señora se llevó dos adverbios, una preposición y tres pronombres clíticos.

Conforme pasaba el tiempo, la gente se daba cuenta de la importancia de las palabras y gracias a esto mis clientes fueron en aumento.

Un día una persona me reclamaba por una palabra que supuestamente estaba defectuosa:
—¡Cómo que está bien! —me decía—. Si un animal tiene cien patas, entonces es un «cienpiés» y me vendió «ciempiés». 

El verbo más vendido es «haber», el cual incluye una guía que casi nadie lee:
“Si se usa como impersonal no cabe plural, en este caso deseche los «habían», «habrán», «hayan», «hubieron», etcétera. Solo utilícense para el plural en tiempos compuestos con un participio (no incluido)”.

Las cosas marchan bien, espero que así continúen. En futuras entregas les seguiré narrando más sobre este negocio que promete mucho.

cejagarcia20@gmail.com
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lunes, 11 de noviembre de 2013

Los números


La gran mayoría de las personas que saben leer, escribir y contar (tres conocimientos básicos) pueden aspirar a tener una vida menos difícil en la sociedad. Para leer y escribir necesitamos letras y para hacer cálculos, los números.

Cuando el ser humano comenzó a contar lo hizo con los dedos de las manos y los pies, derivando un sistema quinario (con base cinco), decimal (con base diez) y vigesimal (con base veinte). También existía el sistema duodecimal (de base doce) cuya referencia era el número de falanges de los dedos de la mano, en este caso no se incluía los pulgares. Además de los dedos se usaron piedras, conchas, muescas, nudos, etcétera. El término «dígito» viene del latín «digǐtus» que significa «dedo» y «cálculo»  del latín «calcǔlus» que alude a «piedrecita».

Nuestro sistema de numeración actual proviene del indoarábigo, el cual utiliza una fórmula de base decimal. La posición de cada cifra nos permite saber sin equívoco la cantidad que representa.

Cabe aclarar que los términos «número» y «cifra» no significan lo mismo. Los números son entidades abstractas que expresan cantidades: cinco; mientras que las cifras son los símbolos que representan a los números: 5. Así pues, el número doscientos treinta se representa con la cifra 230. También sería correcto decir que a este último número lo componen tres cifras. Sí se pueden usar como sinónimos «cifra» y «dígito».

Existen dos formas para representar gráficamente a los números: por símbolos o cifras (0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9), y mediante palabras a lo que se denomina numerales (diez, undécimo, quinceavo). En la representación de los números es habitual que se utilicen numerales cardinales por ordinales o fraccionario por ordinales.

Los números cardinales expresan cantidades y normalmente funcionan como adjetivos: Llegaron tres personas; Calza del ocho; Llevaba dieciséis cachoras en la mochila.

Los numerales ordinales expresan orden o sucesión, es decir indican el lugar que ocupa un ente en un conjunto ordenado: El “Checo” Pérez llegó en tercer lugar; Se inauguró el decimotercer festival del libro. La actual “Ortografía de la lengua española” acepta la escritura separada de los ordinales complejos: décimo tercero y decimotercero. De igual forma no se censura la forma univerbal después del trigésimo: trigesimosegundo y trigésimo segundo. También es aceptada la forma decimoprimera por undécima y decimosegunda por duodécima

Cuando los ordinales se representan en cifras, se pueden utilizar números romanos o arábigos, estos últimos tienen una determinada escritura, por ejemplo 1.º, 1.ª o 1.er, se recomienda el punto entre el número y la letra volada para evitar confundirlo con el símbolo de grados. Se debe evitar el modo anglosajón: 1ro, 4to, 7mo.

Los numerales fraccionarios o partitivos designan fracciones o partes iguales de una unidad. Así pues, no es correcto escribir “Por otro año más, festejaremos el catorceavo festival de la sardina” porque se refiere a un orden consecutivo de festivales y no a la parte de un todo. Por ello lo correcto debió ser “Por otro año más, festejaremos el decimocuarto festival de la sardina”. Donde sí hubiera sido adecuado es “solo se ocupó una catorceava parte del aforo”.

Los números son muy versátiles, ya que con ellos se puede dividir como el pan, sumar como la familia, quebrar como el cristal, multiplicar como los conejos y restar como los amigos.

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martes, 5 de noviembre de 2013

Un poco de todo


“Un poco de todo” es el título del último libro que el profesor Leonardo Reyes Silva acaba de publicar y que me distinguió obsequiándome un ejemplar. Los costos de la edición los absorbió el propio maestro y tiró solamente 200 ejemplares, lo que me trae a la memoria el cuento de “El juglar” que aparece en este libro.

Don Leonardo es un prolífico escritor. A lo largo de su vida nos ha deleitado con sus crónicas, cuentos, relatos, leyendas, biografías, poemas y artículos de diversos temas. Hombre apasionado de la historia y las letras, así como de Baja California Sur, su estado natal.

Podemos destacar del profesor Reyes Silva su labor de campo, de ir a la fuente, vivir con los personajes y conocerlos, a ello sumemos su capacidad de abstraer la realidad, de crear imágenes y formar quimeras es como puede describir, construir y trasformar realidades para nuestro gozo y conocimiento.

La redacción de “Un poco de todo” resulta muy amena porque es sencilla, sin pretensiones académicas pero que enseña y hace reflexionar. Sin duda, el objetivo que el profesor se planteó en la edición de este libro de deleitar y encontrar lo que nos identifica como sudcalifornianos se cumplió con creces, algo fácil para quien conoce el arte de contar.

Cuando hay diferente narraciones en un libro, por alguna razón solemos apropiarnos de una. En este caso, sin demeritar al resto de los escritos, me quedo con “Un ¡hurra a mi nieta!”. Sin duda una crónica en la que cualquier padre de familia sentiría el mismo orgullo por su hija.

Si tiene la oportunidad, compre este libro le aseguró que no se arrepentirá.

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