lunes, 27 de mayo de 2013

Las comillas


Las comillas son unos signos que tiene varias funciones en la gramática. En nuestra lengua se usan diferentes tipos: las angulares, conocidas también como latinas o españolas (« »), las inglesas (“ ”) y las simples (' '). Se habla que las actuales comillas datan del siglo XVI.

Las comillas se utilizan para reproducir citas textuales, por ejemplo: Sócrates dijo: “Sólo sé que no sé nada”. Cuando se parafrasea lo que dijo la persona no es necesario ponerlo entre comillas: Juan dijo que llegará pronto.

También nos sirven para indicar que una palabra o expresión es impropia, vulgar, de otra lengua, que resalta un tono irónico o tiene un sentido especial: “Desaforan” a fulanito; La moto está “chida”; Deme su “ticket” de compra; Este amigo tiene varios “negocios” interesantes.

Para citar títulos de artículos, poemas, cuadros: El artículo “Principios del ser” me llamó la atención; Leí el poema “Voces interiores” de Díaz Mirón; Este cuadro se llama “La Muerte”. Sin embargo, los títulos de los libros suelen escribirse con letras cursivas.

En el caso de los sobrenombres, o apodos se usa mayúscula inicial: Atraparon a Pedro Oro alias el “Navajas”, y su cómplice Adriano Pírez (a) el “Negro”. Pero cuando no viene el nombre de pila se recomienda no ponerles comillas: La Policía Ministerial liberó al Negro y al Navajas por falta de pruebas.

Cuando se abusa de las comillas no solo afeamos el texto, además se le puede dar un sentido distinto al original. Si en un escrito encontramos: En Chile, la “Universidad Católica” será la sede del evento; al colocar comillas le da un sentido irónico como decir que dicha escuela ni es universidad y mucho menos católica.

En oraciones como: Asaltan la tienda “Lucha”, El programa “Oportunidades” dará bienestar a las familias; La colonia “8 de Octubre” tiene nuevo parque; La “tilapia” causó un ecocidio; Llegó el barco “Baja Star” a Sudcalifornia; Nos visita gente de “National Geographic”, las comillas se utilizan erróneamente porque son palabra de uso común o nombres propios aunque estén en otro idioma.

Actualmente, en algunos casos, se pueden usan letras cursivas en vez de comillas. Por lo regular, al menos en México, es más común utilizar las comillas inglesas que las latinas. Se suele utilizar los signos de puntuación después de la comilla de cierre y no adentro: Augusto Monterroso escribió el cuento más corto del mundo: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».

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lunes, 20 de mayo de 2013

¡Vamos a la “Baja”!



Es común que los papás se enfrasquen en fuertes discusiones sobre cuál deberá ser el nombre de su primogénito. En este duelo a veces gana el papá, otras la mamá y en ocasiones termina en empate: “Tiburcio Macario, como mi apá”, dice el esposo, “No, Jostin Lionardo me gusta más”, argumenta la madre. Y al final acuerdan el nombre de Gustavo Adolfo (como el poeta español) y terminan llamándolo con el hipocorístico Tavo. Las palabras hipocorístico o hipocorística las define así el diccionario de la Real Academia Española: “Dicho de un nombre que en forma diminutiva, abreviada o infantil se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística; p. ej., Pepe, Charo”. Hay personas que les molesta que les llamen de manera “cariñosa, familiar o eufemística” (Mayel, Chuy, Toño, Pepe, Pancho, Paco, Lupe) y exigen, con todo derecho, que se dirijan a ellos por su nombre de pila.

Los conquistadores impusieron el nombre de California a esta península. Por cuestiones administrativas, años después se dividió el territorio y la parte que pertenece hoy a Estados Unidos se denominó Alta California y la porción en México se llamó Baja California. Al final se eliminó el adjetivo “Alta” y quedó simplemente en California. Desde hace años a la península se le conoce con el hipocorístico de “Baja”, principalmente en la Unión Americana.

El término “baja” se deriva del verbo “bajar” y contradictoriamente los religiosos franciscanos que fundaron lo que hoy es San Diego y Los Ángeles subieron por la península para llegar a esas tierras. Y es que “baja” se percibe como algo negativo porque semánticamente indica disminución, cese, pérdida y parte inferior de algo. Y en efecto, somos la parte inferior y última de California.

Por ahí hay voces de quieren cambiar oficialmente el nombre de la media península por “Sudcalifornia”, una idea que no debería descartarse.

El 31 de diciembre de 1982 se publicó un decreto de ley en el Boletín oficial del gobierno de BCS, cuando don Alberto Alvarado Arámburo era mandatario, en cual establece que: “Es improcedente y no se dará curso alguno a cualquier escrito y promoción que se dirija a las autoridades residentes en el Estado, cuando únicamente en el texto fundamental del mismo o de su cuerpo y contenido se utilice el calificativo “BAJA” refiriéndose al Estado de Baja California Sur”, además especifica que: “Los giros comerciales, industriales, turísticos, sociales, los que realicen actividades culturales y en general los de cualquiera otra índole que ya están  operando en el Estado de Baja California Sur y los que en lo sucesivo se establezcan, deberán suprimir de su correspondencia publicitaria, periodística, radiofónica y televisiva, el calificativo “BAJA” como identificación del Estado de Baja California Sur”. El mismo decreto señala que habrá una multa de 25,000 pesos a quienes continúen utilizando el adjetivo para referirse a Baja California Sur, además puede llegar a ser cancelada la autorización del funcionamiento del negocio en caso de no corregir la falta. Compete a la Secretaría General de Gobierno vigilar y hacer cumplir con este mandato.

Sin embargo, en la práctica este decreto es letra muerta. Existen en la entidad una importante cantidad de negocios con el término “Baja” como denominación comercial. También he sido testigo de que autoridades de los tres niveles de gobierno se han referido a nuestro estado como “la Baja”, quizá para quedar bien con inversionistas extranjeros para quienes les es más familiar esa denominación que el largo nombre de BCS.

En lo particular veo tres opciones para solucionar esta situación: primera, hacer cumplir el decreto tal cual; segunda, modificarlo de acuerdo con la práctica cotidiana; tercera, anularlo.
La voz popular dice que en México las leyes son para no cumplirlas y en efecto, la misma autoridad estatal es la primera en no acatarla, para muestra las direcciones Web de la Secretaría de Turismo estatal: http://visitbajasur.travel/ y http://descubrebajasur.com/. Irónico, no les parece.

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lunes, 13 de mayo de 2013

Las onomatopeyas



La onomatopeyas son “vocablos que imitan o recrean el sonido de la cosa o acción nombrada”, escribe el Diccionario de la REA. La palabra viene del griego onomatopoiía (onoma, -atos, nombre + poieo, hacer). En el español contamos con una importante cantidad de palabras onomatopéyicas: zumbar, croar, aullar, berrear, maullar, rugir, cuchichear, murmurar, chanclar, crujir, ulular, cloquear, cacarear, mugir, piar, crepitar, tiritar y más recientemente cliclear.

En la literatura las onomatopeyas ayudan al escritor a representar sonidos necesarios durante la narración: “Gustavo Adolfo estaba a un clic de provocar el mayor robo cibernético de la historia moderna”; “Se escuchó un auuu tan triste, que la niña dejó de tener miedo”; “El zum de las balas se oía cada vez más cerca”; “Mafalda nunca supo si el “guau” de su mascota significaba sí o no”.

Sin embargo, las voces onomatopéyicas varían según el idioma que se hable. Por ejemplo, en español escuchamos a un perro ladrar “guau guau”, sin embargo el mismo animal en Indonesia sonaría “guk guk”; en catalán se oye “bup bup”; en Japón, wanwan; en Albania “ham ham” y en Inglaterra hace “bow-wow o woof”.

Los sonidos son los mismos en cualquier parte del mundo, la diferencia es como los captamos y formamos las palabras. El estudio de las onomatopeyas ocupa un lugar en la lingüística y es una rama muy seria.

En la página de E. S. L. Idiomas en el extranjero, encontrará un interesante trabajo de voces de animales en diferentes idiomas, que además de ilustrativo también se puede divertir con sus hijos. El enlace es: http://www.esl-idiomas.com/es/voces-animales.htm

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martes, 7 de mayo de 2013

Madre, ¿solo hay una?



El próximo viernes 10 de mayo se celebra en México el Día de las Madres. La mayoría de las naciones tienen un día para halagarlas pero varía la fecha, por ejemplo en Estados Unidos es el segundo domingo de mayo. Sin duda, las mamás son los seres con más virtudes en este planeta y la mezcla de mujer y madre las vuelve una figura mítica, de ahí que, desde hace muchos siglos, los pueblos antiguos la celebren con grado de deidad.

En nuestro país una madre es sagrada por el simple hecho de darnos la vida, pero también porque podrían morir por defender a sus hijos, trabajar sin descanso para sacar adelante a la familia y ser el centro del núcleo familiar. Por eso, el peor insulto que puede recibir cualquier mexicano es la “mentada de madre”.

“Chinga tu madre” es una frase que cala a quien la recibe porque convierte a su madre en una prostituta y a él en un hijo de la chingada. “Con mi madre no te metas, cabr…” y comienza la bronca por defender el honor, pasando a segundo término el incidente que provocó la mentada. Por lo regular a los hombres les hiere más la mentada que a las mujeres.

Sin embargo, la palabra “madre” se suele usar para señalar o expresar cosas negativas: “valer madre (poco)”, “estar hasta la madre (harto)”, “madriza (golpiza)”, “ir hasta la madre (llenísimo)”, “correr a madres (rapidísimo)”, “partirse la madre (golpearse severamente o morir)”, “¿qué madres (cosa) es esto?”, “está madreado (descompuesto o inservible)”, “un desmadre (gran desorden)”, “darle en la madre (descomponerlo, golpear a alguien)”, “no importa madres (nada o muy poco)”, “ni madres (nada)”. Por ahí podemos encontrar una frase positiva: “a toda madre (muy a gusto)”.

La “madre”, de los ejemplos citados en el párrafo anterior, es una palabra polivalente sin relación con el vocablo original. Entender por qué usamos la palabra “madre” de esas formas no resulta fácil, pues no hay una lógica semántica. Su uso ha pasado de generación en generación de manera verbal por lo que podemos hablar de sincronismo al no poder rastrear su origen.

Su uso es tan constante que se ha vuelto una costumbre. Si ponemos atención escucharemos frecuentemente charlas aderezadas con muchas “madres”, tanto en adultos como en niños y jóvenes, estos dos últimos las suelen usarla por dos razones: la primera por la pobreza de vocabulario de los adultos quienes los acostumbran a hablar así; la segunda, como una forma de libertad, de sentirse adultos y expresarse como los “grandes” frente a los imberbes.

“Madre solo hay una” dice una frase y es verdad.

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